La mejora que se impone
Si no fuera por la cierta tranquilidad con la que se mueve aún en la pelea por la permanencia, en Central estarían con las preocupaciones en un nivel más alto a lo que sucede por estos días. Colabora también que a todos los equipos que pelean por ese mismo objetivo les cuesta sumar. Pero para el canalla el inconveniente no es la sumatoria en sí misma, sino la forma en la que se desenvuelve el equipo en su intento de sumar lo más posible. Los 90 minutos en cancha de Banfield pusieron al descubierto, una vez más, los problemas futbolísticos de este equipo que tuvo un final de 2019 a todas luces, básicamente en lo que hace a resultados, y un inicio de 2020 en el que la cosecha no fue del todo buena, pero que sobre todo dejó bastante que desear desde el rendimiento. Y la ecuación es simple: cuanto peor juegue, más le costará obtener buenos resultados. Es innegable el paso al frente que dio de Independiente al taladro, pero para lo que resta hasta el final de temporada (incluida la Copa Superliga) es imprescindible que el equipo dé un salto de calidad. Sólo a partir de eso podrá transitar ese camino con cierta “calma”.
No parecía una empresa difícil mejorar lo que había hecho ante Independiente, partido en el que Cocca siempre sostuvo que “no nos salió nada”. Con poquito ya le alcanzaba para elevar la vara y el rendimiento. Desde ese aspecto el técnico y los jugadores pueden sentirse satisfechos, pero después de un análisis más frío y cerebral, todos coincidirán en que el nivel de juego todavía está muy por debajo de lo esperado.
Dependiendo de la arista que se tome para el análisis se podrá incurrir en la idea que Cocca trae a cuento cada vez que puede, respecto de que el equipo está en pleno proceso de rearmado por la cantidad de jugadores que se fueron y otros tantos que llegaron. Es valedera esa forma de pensar como abordaje del problema, pero tampoco puede ser tomada como excusa. Porque pese a que hay algunas piezas que aún deben ensamblar, la base del equipo es la misma.
Sensaciones por el resultado
Tampoco es aconsejable guiarse por las emociones que despiertan los resultados. Es cierto que la contundencia del 5 a 0 contra Independiente hizo que las miserias se potenciaran, pero en los otros dos partidos la poca capacidad para imponerle condiciones al rival también fue evidente.
Esas son las cosas que, muchas veces, los resultados hacen: o se exponen males o se menosprecian, en caso de un triunfo o una derrota, respectivamente.
El antecedente de Huracán es el ejemplo más claro. Porque la retirada de los hinchas del Gigante fue bajo una emoción tal que la vista, para muchos, fue más hacia donde estaba River que a Gimnasia, Patronato, Aldosivi y compañía. Pero en ese partido Central llegó al triunfo en el último suspiro después de 90 minutos en los que el corazón y el convencimiento estuvieron por encima del juego. Así lo vieron incluso los propios protagonistas. Fue una especie de anticipo de lo que ocurriría después: dos partidos flojos, aunque uno con un pésimo resultado y el otro con un sabor mucho más dulce por la forma en la que se consiguió el empate.
Lo que no logró la obtención del punto tras el cabezazo del uruguayo González es enterrar la sensación de que el tiempo para que el rendimiento sea el acorde, o se asemeje lo más posible al ideal, no es demasiado. Tampoco la idea de que ese salto de calidad del que se habla es condición sine qua non. Es indispensable alcanzar atajos.
Lo de los sistemas de juego (el sábado Cocca probó con 4-4-2 y dos centrodelanteros, ver aparte) será un ingrediente más en medio de esa búsqueda, aunque la cuestión no parece circunscribirse sólo a la forma en la que se para el equipo. Con el esquema que sea, Central está obligado a cambiar para bien.
Esta vez fue con dos 9 y tampoco resultó
La apuesta de Cocca de jugar con dos centrodelanteros no le funcionó, o sucedió a medias. Puede que el equipo haya estado mejor parado de mitad de cancha hacia atrás, pero en lo que tiene que ver con la parte ofensiva ni Ruben ni Ribas tuvieron chances claras para convertir. Y eso sucedió porque el equipo no generó en la medida de lo esperado. Ruben y Ribas no se chocaron, no se molestaron ni se encimaron. Siempre uno trató de abrirse o apartarse de la zona de sentencia para liberar espacios (generalmente fue Marco quien se tiró hacia los costados). Pero el mayor inconveniente fue que el juego del equipo no alcanzó para que la pelota les llegara limpia al corazón del área. De hecho ninguno de los dos gozó de alguna situación propicia para convertir. Ruben intentó una media chilena dentro del área, pero en medio de un centro fuerte, más al bulto que otra cosa. Por eso al plan que diseñó Cocca en la previa le faltó claridad en medio del partido. Y, se insiste, no fue porque los dos delanteros no se entendieran, sino porque al equipo le costó romper por afuera y mucho más por el centro. Hubo un par de ocasiones, especialmente en el primer tiempo, en la que ambos sintonizaron bien, jugaron a un toque y limpiaron rápidamente el juego hacia los costados, pero jugando con dos delanteros de área es imprescindible que el equipo los abastezca en el lugar donde más le duele al rival y en Central eso fue una materia pendiente.