Marina Caamaño: «Escribí una crónica de viaje en clave de comedia grotesca».

La autora de la colección de cuentos «Gelatina tropical» encara en esta novela una aventura entre amigas, pero enfocada desde la lente deformante del grotesco.

Las «escapadas» a la Costa Atlántica, los recuerdos del color del tiempo y las complicidades y conflictos que se dan en los grupos de amigos son los temas que se entrecruzan para constituir la trama de «Recuerdos de Mar del Plata», novela de la escritora Marina Caamaño que va de lo desopilante a lo siniestro y se puede leer como una versión literaria, femenina y muy argentina de la película «¿Qué pasó ayer?»

La autora de la colección de cuentos «Gelatina tropical» encara en esta novela una aventura entre amigas, pero enfocada desde la lente deformante del grotesco que verá ante sus ojos agigantados los defectos de estas jóvenes, quienes, casi sin conocerse, viajan juntas un fin de semana para asistir al Festival de Cine de Mar del Plata. «No podíamos hablar ni decir nada, solo podíamos emitir ruidos de risa, que nos daban más risa, hasta tener risa de puerco», describe el texto el vínculo entre aquellas mujeres.

Sin detenerse en ambiciones que la dispersen de su objetivo, Caamaño delinea sus personajes con sencillez, siempre desde el punto de vista agudo de su narradora, coqueteando con el estereotipo lo justo y necesario para hallar allí el efecto de humor buscado: la amiga neurótica y controladora (la villana); la tibia y convencional que se desata lejos de casa; la confidente que pierde la paciencia.

Con relojería de guion, que con paciencia siembra al principio del relato aquello que necesitará que brote después, y con buen pulso para combinar diálogos y monólogo interior, el texto podría ser una versión literaria, femenina y muy argentina de la película «¿Qué pasó ayer?», la exitosa trilogía estadounidense protagonizada por Bradley Cooper y Zach Galifianakis.

También aquí hay drogas, alcohol, malos entendidos, rituales tradicionales extraños, una ciudad turística que presta sus lugares comunes y suvenires como escenario, y cuatro amigas que van a divertirse en un fin de semana alejado de la rutina, pero las cosas se van de las manos. Pero en este caso, el final es bastante más oscuro.

Caamaño nació en Buenos Aires en 1980. Allí vivió toda su vida, salvo una estadía de dos años en Costa Rica, hasta que hace cinco años se mudó con su gato negro a Ilha Belha, una isla del litoral paulista, en Brasil. Allí tiene una residencia artística, toma mate, compra libros por Internet, adoptó otros gatos y escribió sus dos libros: «Gelatina Tropical» y «Recuerdos de Mar del Plata», ambos editados por Caballo Negro. Actualmente trabaja en simultáneo en una colección de cuentos y en una novela. Desde allí conversó con Télam sobre el mecanismo por el cual transformó algunas anécdotas autobiográficas en una ficción en la que la autora confiesa que hay un dejo de maldad.

Es una fantasía, pero tiene un poco de las tres cosas. Hubo un viaje a Mar del Plata a un Festival de cine con un grupo de amigas, con las cuales no nos llevamos muy bien y eso fue lo que me dio la idea y las ganas de sentarme a escribir la historia, un poco para divertirme y reírme de las situaciones por las cuales habíamos pasado. Pero también había un poco de deseo de venganza y eso fue lo que hizo que la historia se deformase y llegase a los extremos a los que termina llegando, que obviamente son una fantasía total.

La historia la empecé a escribir en Buenos Aires pero la continué cuando fui a vivir en Brasil y creo que eso hizo que se deformase más todavía y se apartase de lo que era la realidad. Empecé a evocar esos viajes con amigos, otras situaciones y también lo que era viajar cuando uno era chico y vacacionaba en Mar del Plata. La base de la historia fue ese viaje y el resto fue pura imaginación y un poco de maldad y fantasía.

Pensé mucho en los personajes antes de empezar a escribir la historia, en cómo quería que fuera cada uno, qué características quería que tuvieran. Sus obsesiones, sus deseos, y sus formas de ser, pero creo que también se fueron diseñando y se fueron armando a medida que iba escribiendo la historia. Cada escena o cada situación por la que pasaban iban definiéndolas a ellas y cómo se relacionaban y qué hacían. Lo que más me ayudó fue imaginármelas todo el tiempo como personas reales, con las que compartía mi día.

Es curioso y no fue planeado en absoluto. Diría que fue totalmente inconsciente que quienes se dediquen a las prácticas mágicas también sean mujeres. Aunque no es todo un universo femenino porque hay algunos personajes varones, pero son bastante secundarios y un poco entontecidos.

Se me ocurre que me haya llevado a eso inconscientemente el hecho de que cuando era chica fui a un colegio de monjas de mujeres solas. Mi universo fue totalmente femenino por lo menos hasta los 13 años.

Las prácticas mágicas siempre me interesaron y quizás también está relacionado con el colegio porque las monjas nos contaban muchas historias mágicas o religiosas que eran muy difíciles de entender para una persona de 6, 7 u 8 años.

No creo que sea una road movie porque no sucede todo el tiempo en la ruta. Sí me parece que es en clave de grotesco pero tampoco creo que sea una novela de aventuras. Lo veo como una crónica de un viaje en clave de comedia ridícula y grotesca.

La narradora es divertida y desprejuiciada pero también es mala. Por eso quiere generar cierta complicidad con el lector para que no se dé cuenta de que es mala y de que muchas de las cosas que hace son maldades sobre todo a los demás, para que la apoyen y estén de su lado en toda esta historia. Pareciera que ella necesita sentirse apoyada y busca que el lector también odie a los personajes que ella detesta. Cuenta de un modo tal que contagia sus sentimientos. Quiere que el lector sea malo con ella y disfrute de esa maldad.

Para mí los recuerdos del tiempo son algo inherente a Mar del Plata y a la Costa Atlántica. Desde que era chica siempre me fascinó verlos en las vidrieras alineados, con distintas formas, cambiando de color. Específicamente todo el tema de los recuerdos o «souvenirs» me parece fascinante. Acá venden unos vasitos de shots con el nombre de la isla y siempre me pregunté quién podría comprar eso hasta que conocí a alguien que no era para nada extraño y me caía muy bien pero le encantaba comprar esas cosas y coleccionarlas. Tengo una amiga que colecciona souvenirs de casamientos y de bautismo y tiene una mesa y una biblioteca específicamente para guardarlos . Creo que hay algo de querer llevarse un pedacito del lugar que se visitó o de la experiencia que se vivió a casa o de demostrar que se estuvo ahí al comprar un recuerdo. En la novela es Sol ese personaje que se obsesiona con esos objetos.

o lo escribí teniéndolo en mente específicamente pero creo que se dio así. Son todas de clase media pero de distintas clases medias. Cada una tiene un poder adquisitivo distinto y cada una lo usa de una manera distinta. Hay personajes que quieren parecer de una clase social más alta y tienen ese deseo de pertenecer o de mostrar y hay otros a los cuales no les interesa parecer o demostrar nada.

Me imaginé los diálogos como si estuviese presente entre ellas. Incluso como si participase de esa conversación. No quería hacer algo forzado o que quedara muy literario, muy artificioso. Quería que fuera real, que fluyese y el lector se sintiese dentro de una conversación de amigas.

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