La hora de la templanza Por María Herminia Grande
Cuando se priorizan las emociones, aumentan las posibilidades de equivocarse, porque la política es racional.
Seguramente Santiago Cafiero y Juan Pablo Biondi fueron testigos de una charla que al inicio de la pandemia tuvieron el ex presidente Mauricio Macri y el actual mandatario Alberto Fernández. En ella, Macri recomendó levantar la cuarentena y liberar la economía porque –al mejor estilo del premier inglés Boris Johnson- la gente iba a morir igual.
Tal vez la pasión de la juventud y cierta expertise política llevaron a ambos hombres del Presidente a diluir en pocas horas lo que Alberto Fernández intentó reconstruir el 9 de julio. A propósito de la presentación de los 24 gobernadores, utilizó tres categorías: amigo, querido amigo y gobernador a secas. Esta distinción me llevó a hacer una lectura política. Al consultarle, al Presidente me dijo: “No tuvo ninguna intencionalidad. Sólo es que con algunos tengo más vínculos que con otros”. Debo creerle. Sin embargo, me cuesta no pensar en el impacto que tendrá dentro del reordenamiento del próximo mapa electoral que se avecina.
Decía que el Presidente el 9 de julio intentó no sólo volver al centro de la moderación sino además, junto a empresarios y sindicalistas, más todos los gobernadores, dar “el puntapié inicial” -como me dijo el titular de la Unión Industrial Argentina Miguel Acevedo- del pacto, encuentro, consenso, o como quiera llamársele al acto de sumar, coincidir y acordar. El 9 de Julio el Presidente, cómodo en esa escenografía, renovó su compromiso antigrieta, y aseguró terminar “con los odiadores seriales”. Para que el discurso cobre cuerpo de realidad, debe ordenar que sus colaboradores, especialmente los más cercanos, vistan a tiempo completo el traje de la templanza política. Sabemos que oír no es lo mismo que escuchar. El acto de escuchar permite discernimiento, así como también conlleva a una profunda introspección. Sostengo que el apuro es enemigo de la política. Un tuit escrito por un funcionario en ejercicio nunca es personal. Siempre representa a su gobierno.
Argentina tiene movimientos que con mayor o menor expresividad se muestran en la calle y en los balcones e intentan ser escuchados. Las protestas aquí y en el mundo se han visto fortalecidas por la pandemia. Manifiestan intereses diversos, y la política tempranamente debe escucharlas. Escuchar depende de la voluntad e inteligencia de los gobiernos. En Estados Unidos el racismo de la piel, caso Floyd, y el racismo judicial, caso Víctor Saldaño, matan tanto como el virus. En el siglo XXI asombra que la grieta se genere por el color de la piel. En Argentina lo que divide no es el Covid sino la pobreza. Nuestro país está embargando al 50% de su población. Cuarenta y cinco años de malas políticas elevaron la pobreza de un 5% en 1974 a casi un 50% en 2020, Covid mediante. Aquí, su principal grieta. Los unos y los otros. Lo cierto es que la pandemia de un guadañazo cortó derechos, vulneró, empobreció, despidió a personas habitantes de países con capacidad económica para asistirlos y en otro no. El virus desnudó, con la ayuda y velocidad de la globalización, el estado de los Estados. El virus impensadamente sentó al banquillo de los acusados a los actores políticos. Tal vez esto último fue considerado por la principal fuerza opositora argentina, Juntos por el Cambio, que luego de haber dudado en aceptar la invitación del Presidente, al cierre de este artículo acordaban participar vía Zoom. En cuanto a la agenda, en lo institucional se destacaba la exigencia de un adecuado funcionamiento del Congreso para evitar la utilización de DNU. El vicepresidente del PRO, Federico Angelini, añadía que la agenda además incluiría la inquietud sobre el federalismo y el reparto de fondos, así como también el paquete de leyes post pandemia.
La situación económica argentina es grave, comenzando con el 50% de pobreza, y por la emisión monetaria en pandemia de $1 billón 100 mil millones, lo que conlleva intereses por $450 mil millones por tal emisión. Es decir. los intereses de Leliqs se llevarían a hoy un poco más de la recaudación de un mes. En cuanto a la desocupación, durante la pandemia se despidió a 128 mil trabajadores registrados. Las suspensiones llegaron a 500 mil. En algunas actividades, aunque no lo digan, el salario que llega al bolsillo de un trabajador es el 50% de lo acordado en paritarias. Y aunque tampoco se manifieste, es sabido que muchos gremios realizan ollas populares para sus propios representados.
La agenda post pandemia preocupa por igual al Gobierno, empresarios y sindicalistas. La próxima semana es probable que se reúna el gabinete económico con esquema tripartito. El acuerdo social viene un poco más lento. En el movimiento obrero, la interna en CGT entre Héctor Daer y Carlos Acuña es una quebradura expuesta. Lo que le endilgan a Daer es que su carácter de amigo del Presidente, a la hora de los intereses del movimiento obrero, no marca diferencia. Desde sectores allegados a la CGT como el ferroviario Sergio Sassia reclaman para el día después una sola mesa ampliada donde se debata una agenda que materialice los intereses de cada sector que ellos representan.
Ante el grave panorama social el ministro Daniel Arroyo remarca la prioridad que el Presidente le da a su cartera, dado que lleva invertido a junio el 120% de lo que imputaba el presupuesto 2019. Sigue adelante con el plan Potenciar Trabajo que ya está en 14 provincias, y hoy vía Zoom se anuncia en Santa Fe, y la semana que viene se habrá completado en las provincias restantes.
Distintas voces, interesadas todas, expresan la necesidad de un cambio de gabinete. De ser así, el Presidente deberá analizar muy bien la pertenencia de sus futuros colaboradores, porque puede quedar a merced de los extremos que dice querer evitar.
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Dado el tuit de la vicepresidenta del día domingo, parecería que descarta la posibilidad de que su Presidente tenga éxito en la concertación con quienes no piensan igual.