Detienen a un joven de Fisherton por una entradera a 15 cuadras de su casa

Primero cayó por portación ilegal de un arma y salió bajo fianza. Pero se descubrió que estuvo en un violento robo y lo volvieron a apresar.

Hace una semana un grupo de policías afectados a los operativos de control del aislamiento social, preventivo y obligatorio por el avance del coronavirus se acercaron a un muchacho de 23 años que llegaba caminando a su casa en Fisherton a las 3 de la mañana. Cuando le preguntaron por qué motivo estaba circulando sin permiso descubrieron que portaba ilegalmente un arma de fuego. Al no tener antecedentes, su abogado particular intercedió para que lo excarcelaran bajo el pago de una fianza. Pero una serie de circunstancias hilvanadas por el fiscal del caso determinaron que lo detengan una vez más. Es que se descubrió que el joven, que vive en el seno de una familia desahogada económicamente, al llegar a su casa aquel día con un arma volvía de protagonizar una entradera en una finca ubicada a sólo 15 cuadras de su vivienda.

En principio la detección de que Bruno I. llevaba un arma en forma ilegítima implicó unas horas de detención. Los policías le encontraron un revólver Galma calibre 22 largo con tres cartuchos en el tambor al requisarlo en pasaje Stella y Alvarez Condarco. Le retiraron el arma, pagó la fianza y quedó sujeto a un proceso por la portación ilegal de un arma de fuego de uso civil.

Aquella madrugada de la detención, el 28 de abril, el fiscal Pablo Socca debió ocuparse casi al mismo tiempo de otro hecho. Una mujer y sus dos hijos, de 20 y 17 años, que trabajaban en su casa de Calle 1659 al 1100 confeccionando barbijos se quedaron helados cuando un hombre joven y robusto casi derribó la puerta e irrumpió en el living junto con otro muchacho y una adolescente. Los varones eran jóvenes, estaban armados y con las cabezas cubiertas.

A uno de los habitantes de la casa le apuntaron con un revólver en la cabeza desde menos de un metro. «Dame los celulares porque los matamos», le ordenó. La joven asaltante intentaba mientras tanto desatar una moto que estaba con una cadena en el comedor.

En un momento dado, uno de los hijos de la mujer consiguió salir hacia un patio para pedir ayuda a los vecinos mientras los ladrones recorrían la vivienda. Al advertirlo, los maleantes decidieron irse pero dejaron una amenaza. «Si llaman a la policía los matamos». Entonces salieron a la calle llevándose sólo los teléfonos móviles y subieron a un viejo Fiat Spazio blanco. Al arrancar el auto, uno de los vecinos ya advertidos de lo que pasaba le arrojó un piedrazo que rompió el vidrio del lado del conductor. Desde adentro del Spazio, como respuesta, le dispararon un tiro.

El llamado al 911 de los vecinos generó una recorrida policial en la zona que terminó cuando un patrullero detectó un Fiat Spazio blanco detenido en Juan B. Justo y Maradona con tres personas adentro. Al requisarlo identificaron a los tres ocupantes y levantaron del piso del auto un revólver 22 largo marca Bagual. Los ocupantes tenían dos celulares que más tarde las víctimas de la entradera reconocieron como suyos.

Dos días después fueron llevados a una audiencia imputativa por ese robo y quedaron en prisión preventiva. La apariencia de culpa era robusta: los detenidos estaban en el auto descripto, muy cerca del lugar del hecho y con los objetos de las víctimas. Hubo además un reconocimiento de persona que fue determinante para incriminarlos.

Los dueños de la casa asaltada recordaban cualidades físicas muy distintivas de los ladrones: uno de ellos tenía tatuajes en el cuello que fueron descriptos, otro era bizco y la chica tenía una herida notoria sobre la ceja. Todo eso se manifestó de antemano y se verificó en la rueda de reconocimiento. Así fueron identificados e imputados Jesús Z., de 21 años, Brian S., de 28, y Javier S., de 30 años.

El día del reconocimiento, las víctimas insistieron con que había una cuarta persona implicada a la que habían visto en la seccional donde radicaron la denuncia y que no estaba acusada. Era un hombre alto, robusto, morocho, vestido con ropa negra ¿Por qué razón si lo habían visto junto a las otras personas ese que estaba en la subcomisaría 22ª no había sido sumado a la imputación?

Ese planteo dio lugar a una revisión más puntillosa. El fiscal Socca examinó la carpeta de aquel joven que, casi a la misma hora en que cayeron los tres imputados de la entradera, había sido detenido caminando con un arma en el cruce de calles Stella y Alvarez Condarco, muy cerca de las caballerizas del Jockey Club. Su porte físico parecía concordar con la descripción que las víctimas del hecho daban del que vieron en la comisaría. Sin embargo, este joven sólo había sido apresado por la portación ilegal del revólver sin que nada lo vinculara a la intrusión a la casa ubicada a 15 cuadras de allí y a 25 cuadras del lugar donde apresaron a los otros tres.

La descripción física era muy coincidente, pero no suficiente. Hasta que un entrecruzamiento de redes sociales añadió otro elemento que fue contundente para su acusación. Brian I., liberado bajo fianza, estaba en fotos con Jesús Z., uno de los detenidos por la entradera. Un cotejo más minucioso determinó que son primos y que habían sido detenidos en lugares distintos, por hechos diferentes.

La coincidencia de los elementos impulsó a que se ordenara nuevamente la detención de Bruno I., lo que se produjo ayer a la mañana. El muchacho será imputado mañana como coprotagonista de la entradera. Lo acusarán, como a los otros tres detenidos en el Fiat Spazio, por robo calificado en poblado, doblemente agravado por uso de armas de fuego y por la utilización de la chica en el hecho que es menor de edad.

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