Los ecos del discurso de Cristina
Que la dinámica política argentina tiene un vértigo imposible de parangonar con otras latitudes es un hecho que ha sido muy señalado. Pero también es una realidad que lo efímero se acrecienta conforme la dirigencia no encuentra el modo de encauzar en acciones el descontento popular.
El radicalismo volvió a experimentarlo esta semana, cuando fue uno de los protagonistas en una marcha transversal en defensa de la educación universitaria, pero, 12 horas después, más de la mitad de su bloque no daba quorum para el tratamiento de iniciativas que dieran respuesta al reclamo.
Algo de esa noción parece haber sobrevolado Cristina Kirchner en su discurso en el partido bonaerense de Quilmes. A las críticas lógicas vinculadas con el rumbo económico social del proyecto empobrecedor de Javier Milei, la expresidenta no solo le contrapuso el recuerdo de la «década ganada», sino también un análisis de la realidad que volvió a incluir la restricción externa de dólares como traba al crecimiento y la ecuación energética como otro escollo para la macro. También se refirió a la administración cotidiana de los hogares.
Lo que incluyó Cristina es una crítica muy fuerte a una dirigencia que se detiene en internas y en debates menores y no explica ni combate las calamidades de la gestión Milei. Este tirón de orejas se enmarca en una realidad general del kirchnerismo, pero también en otra más amplia, que incluye a todos los partidos y alianzas.
En efecto, es cierto que aludió a ciertos cruces entre exintegrantes de La Cámpora, como Andrés Larroque con la actual conducción, o las tensiones siempre presentes entre Máximo Kirchner y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicilloff. Pero también se refirió a los dirigentes dentro del peronismo que están dispuestos a brindar el número para que Milei obtenga la aprobación de la Ley Ómnibus reformada y el paquete fiscal.
Si el presidente cree que cuenta con el apoyo en general y probablemente en particular para ese articulado, es porque ha recibido ciertos guiños de algunos legisladores del peronismo como los santiagueños o los representantes de Catamarca. En paralelo, Unión por la Patria ha convocado a una sesión especial para debatir la derogación del DNU 70/2023 para el martes. Hasta ahora, el presidente de la Cámara, Martín Menem, se negó a convocarla con el argumento de que podría superponerse con el debate por el proyecto «Bases». Pero está claro que si la aprobación de la ley y la derogación del decreto pueden coexistir como posibilidad, es porque hay dirigentes de todos los partidos que están dispuestos a apoyar uno y rechazar el otro, como si no formaran parte del mismo proyecto de país.
La falta de mirada nacional parece un mal muy extendido de la Argentina de los últimos años. Así como los gobernadores han reclamado de modo airado que no existe un interés federal en las propuestas políticas de las gestiones centrales, podría reclamársele a ellos -y a los legisladores que les responden- que tampoco tienen en cuenta el bien común, ya que terminan defendiendo solamente intereses regionales y provinciales.
De esa miopía emanan estas realidades y CFK lo sabe. También lo sabe Javier Milei, que lidera la agenda no solo por el marcado presidencialismo de nuestro país, sino también porque es el único que propone un futuro para la Argentina. Que ese futuro parezca ruinoso es harina de otro costal. Lo que se plasmó en el discurso en Quilmes es que las dimensiones de contraposición existen y a un proyecto hay que oponerle otro. No alcanza con intentar frenarlo a partir de intereses facciosos a sectoriales.
La fragmentación que se ve en lo que fue Juntos por el Cambio, pero también dentro del radicalismo y UxP, es producto de no entender eso. Ni hablar del insólito rejunte que representa Hacemos Coalición Federal. Como repite a quienes recibe en el Instituto Patria, cuando Cristina habla de volver a tomar el bastón de mariscal, piensa en objetivos más cercanos que rearmar una coalición para vencer a Milei y Macri en las urnas. Piensa en anteponer un proyecto inclusivo a los acuerdos que propone el oficialismo para consagrar un país que deje afuera del futuro a la mayoría de su población. Algo de eso se estará jugando esta semana en el Congreso y, por ahora, el resultado es incierto.