Le quemaron el auto y cuando salió a apagar las llamas lo ejecutaron
El sicariato rosarino parece evolucionar en cuanto a su metodología. El miércoles a la noche a Germán Rodolfo «Bondi» Aguilera lo fueron a buscar a su casa de Barra al 2800 para matarlo. Pero no lo llamaron por su nombre ni golpearon a la puerta. Bajo la lluvia le incendiaron su auto, estacionado bajo un alero en la casa de su madre. Y cuando el hombre salió con dos matafuegos bajo los brazos para apagar las llamas le dispararon con pistolas calibres 9 milímetros y 3.80. Entre seis y ocho proyectiles alcanzaron a «Bondi» en el cuello, el tórax y el abdomen. Su madre escuchó las detonaciones y enseguida se asomó a la puerta. Allí se topó con el cuerpo sin vida de su hijo mientras los sicarios se perdían en la noche.
Cuando los investigadores hablan de «Bondi» pintan un duro semblante. Dicen que era un «tipo áspero» y con prontuario abierto que supo integrar la banda de Nelson «Pandu» Aguirre, una gavilla dedicada a la narcocriminalidad que se hizo conocida a partir del asesinato de Javier Barquilla, un albañil de 37 años ejecutado en abril de 2015, hecho por el que «Pandu» fue condenado a 16 años de prisión en junio de 2017.
Con menor intensidad, las fuentes lo vincularon a Arnaldo Andrés «Junior» Vivas, procesado en junio de 2017 por liderar un grupo narco que se hizo fuerte en la misma Villa Banana, el barrio Santa Lucía, Funes y Granadero Baigorria.
Pero antes de eso «Bondi» tuvo otras incidencias que lo llevaron a las crónicas policiales. En julio de 2011 fue detenido en la casa de su madre donde anteanoche lo mataron en un allanamiento en el cual, según las fuentes de aquella época, le secuestraron ropas similares a las que utilizaban efectivos policiales, insignias truchas y tres camisas color crema con las inscripción de la empresa de seguridad privada y traslado de caudales «Prosegur». Entonces lo llevaron preso bajo la sospecha de integrar un grupo que cometió una serie de asaltos a mano armada vestido con ropas similares a los uniformes oficiales en los barrios Alberdi y Belgrano.
Un año más tarde, en octubre de 2012, fue acusado de dispararle a una mujer policía y posteriormente robarle su pistola reglamentaria. A ese récord de hechos le había sumado en los últimos años una tentativa de homicidio.
«Bondi» vivía con su madre en Barra 2871, a unos 250 metros del paredón este del cementerio La Piedad, en el barrio Villa Nueva. No era una presa fácil y los sicarios que fueron a buscarlo lo sabían. Por eso no lo llamaron, no dispararon contra el frente de la casa, no esperaron que subiera a su auto para asesinarlo en su interior. Directamente le prendieron fuego al vehículo. Así, bajo la lluvia, desplegaron una ejecución de tinte mafioso que según las hipótesis estaría ligada a una venganza narco o el último intento de homicidio al que estuvo vindculado.
Fue minutos después de las 21 del miércoles cuando «Bondi» salió a la vereda desesperado y con dos matafuegos. Los sicarios lo estaban esperando y lo fusilaron con dos armas. Recibió entre seis y ocho impactos y murió en la vereda, al lado del auto en llamas. En la escena quedaron dos vainas servidas calibres 9 milímetros, dos calibre 3.80 y un cartucho intacto.