La doctrina Biden y la «línea roja» de Putin.

Esta semana, el Gobierno de Vladimir Putin ordenó al ejército ruso retirarse de la frontera con Ucrania, donde sus fuerzas militares estaban estacionadas desde hacía semanas para realizar una serie de maniobras militares.

La crisis entre Rusia y varias potencias occidentales, agravada por el caso del opositor ruso Alexey Navalny y la tensión con Ucrania por Crimea, favorecen el eventual alineamiento de Moscú con China en momentos en que Estados Unidos lucha con Beijing por la supremacía del planeta.

Esta semana, el Gobierno de Vladimir Putin ordenó al ejército ruso retirarse de la frontera con Ucrania, donde sus fuerzas militares estaban estacionadas desde hacía semanas para realizar una serie de maniobras militares.

Obviamente, el despliegue de tropas provocó tensiones con Ucrania, además de Estados Unidos y la Unión Europea (UE), que apoyan a Kiev, cuyo presidente Vladimir Zelenski pretende ingresar en la Organización del Atlántico Norte (OTAN).

Pero la crisis de Ucrania se remonta a febrero de 2014 cuando, tras meses de masivas protestas apoyadas por Washington y la UE, el entonces mandatario y aliado de Moscú, Viktor Yanukovich, fue forzado a dejar el poder y asumió un Gobierno tecnócrata aliado de las potencias occidentales.

La crisis de Ucrania se remonta a febrero de 2014 cuando, tras meses de masivas protestas apoyadas por Washington y la UE, el entonces mandatario y aliado de Moscú, Viktor Yanukovich, fue forzado a dejar el poder

Posteriormente, argumentando un reclamo histórico, Moscú se anexó la península de Crimea, el 18 de marzo del mismo año, lo que derivó en una serie de sanciones económicas y diplomáticas contra el Gobierno de Putin.

Y en medio de esta situación, dos provincias ucranianas pro-rusas del Este, Donetsk y Lugansk, se sublevaron contra Kiev hasta que se firmó en septiembre un acuerdo para poner fin a la guerra secesionista bajo el protocolo de Minsk.

Dentro de este contexto, el presidente ucraniano Zelenski aprobó a fines de marzo una nueva «doctrina de seguridad» para ingresar a la Alianza Atlántica.

«Obviamente, el caso Navalny recibe apoyo del exterior. Es un ´caballo de Troya´ que viene apoyado de Estados Unidos o de algunos círculos europeos que son ´rusofóbicos´», dijo a Télam Marcelo Montes, integrante del Grupo de Estudios Euroasiáticos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).

Navalny, considerado el principal opositor a Putin, puso fin el viernes a una huelga de hambre que realizaba desde hacía 24 días, después que los médicos le advirtieran sobre el deterioro de su salud. El político opositor cumple una condena de tres años y medio de cárcel de una sentencia suspendida en 2014.

Presidente de EEUU, Joe BidenPresidente de EEUU, Joe Biden

Para Montes, un experto en el tema ruso, «ni a Ucrania ni a la OTAN le conviene una guerra en dicha región. Por eso Biden debería revisar su política hacia Rusia, porque lo único que está logrando con esta presión es depositar a Moscú en manos de Beijing».

El analista advirtió que «si los estadounidenses esperan dirimir su puja mundial con China, (a raíz de la llamada ´guerra tecnológica´), en esta circunstancia con Rusia se están equivocando muchísimo».

Señaló que a raíz del tema Navalny «ha surgido la ´doctrina Biden´ en relación a Rusia, que no es ni más ni menos la ratificación de lo que venía haciendo (el expresidente Barack) Obama desde el 2012. Es decir, presionar para que Putin deje el poder».

La llamada doctrina Biden se propone, entre otras cosas, reconstruir el liderazgo que asumió Estados Unidos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, desarticulado -según los demócratas- durante los cuatro años del Gobierno de Donald Trump (2017-2021).

Navalny, considerado el principal opositor a Putin, puso fin el viernes a una huelga de hambre que realizaba desde hacía 24 días, después que los médicos le advirtieran sobre el deterioro de su salud

Poco después de asumir la presidencia, el pasado 21 de enero, Biden calificó de «asesino» al líder ruso al que responsabiliza del envenenamiento de Navalny en septiembre de 2020, durante una entrevista con un canal de televisión, a lo que el exespía soviético respondió: «Hace falta ser uno para reconocer al otro».

A mediados de abril, la Administración demócrata expulsó a diez diplomáticos rusos por la presunta interferencia electoral de Moscú en las elecciones estadounidenses, el ciberataque masivo contra la empresa de software «Solarwinds» y la responsabilidad rusa en Ucrania y Afganistán. Como contrapartida, Moscú anunció la expulsión de diez diplomáticos estadounidenses.

Asimismo, la República Checa despidió esta semana a 63 funcionarios rusos que se suman a otros 18 ya expulsados, debido a su supuesta responsabilidad en una explosión de un depósito de armas destinadas a Ucrania en 2014.

Entre los diplomáticos sancionados por Praga se encuentran Anatoly Chepigas y Alexander Mishkin, agentes de la inteligencia militar rusa GRU, a quienes el Gobierno checo acusa de estar vinculados en el envenenamiento del exespía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia Skripal, en Reino Unido, en 2018, informó la cadena France24.

Con su estilo frío e inconfundible, Putin advirtió a sus adversarios: «Espero que nadie tenga la idea de traspasar una línea roja con Rusia».

Putin gobierna el Kremlin, con interrupciones, desde hace 21 años, y está capacitado legamente para ser presidente por dos mandatos más hasta 2036.

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