Evita, su década prodigiosa en el mundo del espectáculo

Se dice y se insiste que el sentido común es el menos común de los sentidos, quizás por eso el repaso de la vida juvenil de Eva Duarte en su natal Los Toldos, ahí en Junín, todavía adolescente y apenas un poco más grande en Buenos Aires primero como actriz luego como «jefa espiritual» de masas populares ayudan a comprender todavía más cuál fue la razón de su vida y su legado.
En Evita siempre tuvo peso específico el sentido común, el de comunión con la vida misma y con esa prepotencia de trabajo, tal como lo define el famoso apotegma estampado por Roberto Arlt en algún escrito, que le permitió construir en una década una pequeña pero virtuosa carrera como actriz y de golpe convertirse en protagonista de la vida misma en este caso de un país.
A Evita le apasionaba el aplauso en vivo, primero fue el reconocimiento de su voz en la gente que la escuchaba por radio y al mismo tiempo el de quienes la veían en el teatro en papeles de menos a más importantes que terminaban con una sonora satisfacción de la platea.
Después vino el cine y cuando su carrera estaba a punto de pegar el gran salto como protagonista, quizás para competir con la diva Zully Moreno, le llegó el momento de convertirse en otro tipo de estrella.
En el libro más importante desde el punto de vista biográfico y analítico que se haya escrito de Eva Perón en la década en que fue parte del mundo del espectáculo , «Eva Duarte, más allá de tanta pena» con el que César Maranghello logro, con impresionante talento narrativo reconstruir su historia desde su llegada a Buenos Aires en 1933 y su evolución como actriz, hasta octubre de 1945.
El telón de aquel primer acto se cierra para dar lugar al segundo, el de la «abanderada de los humildes» junto al líder de masas, y Maranghello concluye que «Evita, Eva María Ibarguren, Cholita, Evita Duarte, Negrita, María Eva Duarte de Perón, Eva Perón. Vino al mundo el 7 de mayo de 1919. Y no se fue nunca más».
Por primera vez de una forma tan clara, el mundo del espectáculo comenzó a relacionarse con el de la política, mas allá de la mínima escala que tuvo desde la clase alta durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear cuando irrumpió junto con su esposa, la cantante de ópera Regina Pacini, fundadora de la Casa del Teatro, ligada al sector más conservador del radicalismo, pero aún esa contradicción, por suerte solidaria con sus pares, artistas del espectáculo ya retirados.
Evita, con unos pocos pesos en el bolsillo, llegó de Junín a Buenos Aires en tiempos difíciles, una adolescente de tiempos de crisis en 1933 cuando el cine argentino comenzaba a hablar, tiempos tambien del naciente «fraude patriótico», que era evidente estaba prologando un estallido social qué habría de darse una década más tarde, el suficiente para construir su vínculo con la escena, la radio y el cine nacional.
La llegadaEs la época que comienza cuando Evita llegó a Buenos Aires en 1933 para debutar el radio, LR6, vecina al Departamento de Policía porteño, con un poema de Amado Nervo hasta que la actriz conoce al «General del Pueblo», entonces ministro de Trabajo y Previsión a principios de 1944 poco antes de sus momentos culminantes, el 17 de octubre de 1945 y el 4 de junio de 1946, cuando el líder es elegido presidente y se acomoda con firmeza en el sillón de Rivadavia.
Con Libertad Lamarque, como Chila, en «La cabalgata del circo» (1945)Si bien se asocia la labor actoral de Evita con la radiofonía y el cine principalmente por su participación en «La cabalgata del circo», y de inmediato la primera -y única- protagónica en «La pródiga», de 1945, iniciada por Mario Soffici y terminada por Ralph Papier (recién vista medio siglo después), su trayectoria fue mucho más prolífica en el éter, cuando las radios tenían elencos propios para sus ciclos teatrales que alternaba con los escenarios del centro, que la relacionaron con ese otro gran mundo de la actuación.
También fue importante su presencia como modelo en revistas, desde una imagen suya con la camiseta de San Lorenzo y pantaloncitos cortos en la tapa de una revista deportiva hasta un memorable retrato de Annemarie Heinrich, o con el periodismo ya que una nota publicada con su firma explica la importancia del uso del perfume en las mujeres.
«Evita tuvo muchísimo más teatro que cine, porque su idea de actriz era trabajar en un escenario, más allá de que soñaba con ser como Norma Shearer, una famosa actriz de Hollywood, como después fue Greer Garson», dijo Maranghello a la salida de su libro, en 2019.
Se cuenta que evita vio 11 veces la película «De corazón a corazón» («Blossoms in the Dust», 1941) con Garson, que interpreta a una texana que tras la pérdida de su hijo decide crear un orfanato para ayudar a los niños desprotegidos, y aseguran los historiadores que la inspiraria a la hora de crear la fundación que llevó su nombre.
De saltar de pensión en pensión en el centro porteño cargando sus maletas de cartón, Eva Duarte, todavía sin el Perón matrimonial (al que el decir popular eliminó el machista «de»), fue también glosista (recitadora) radial, en paralelo a su corto y trunco romance con el cantante de tango Agustín Magaldi que supo ayudarla hasta que enfermó y prefirió alejarse de ella, la misma jovencita que cantó folclore bajo seudónimo en radio Mitre, cuando la emisora tenía sus estudios en Santa Fe entre Ayacucho y Junín.
El repertorio interpretativo radial de Evita fue vasto, siendo por su edad y fragilidad tratada por un largo tiempo con desdén como una novata, sin embargo supo hacerse un lugar más allá de las idas y venidas de tiempos en los que la precariedad laboral era moneda corriente.
Con Hugo del Carril en «La cabalgata del circo»Sus compañeros de elencos, entre los que hubo figuras en ascenso pero todavía no consagradas, entre ellas Enrique Serrano o Ángel Magaña, se confabulaban para hacerle bromas pesadas te tolero en silencio y ayudaron hacer crecer su capacidad de resiliencia.
En verano la gente solía evitar los teatros por el calor sofocante en las salas y en invierno era el frío el que impedía salir a mucho público que prefería entretenerse, gratis en sus casas escuchando esas mismas piezas en sus transmisiones radiales. La gente de teatro padecía eso bolsillos las inclemencias climáticas y los ahorros solían evaporarse.
De éter a los escenariosEvita tenía agenda completa para caminar unas cuantas cuadras de las radios a los escenarios, donde llegaba a tener hasta una decena de funciones semanales por magros 60 o 70 pesos, salas teatrales que ya no existen igual que esos estudios, con excepción del revisteril El Nacional, que sobrevivió varias catástrofes, y donde, así fue, bailó y cantó en un musical ambientado en el mundo del circo.
Se recuerda tambien que se asomó desde el primer piso de la sala del Astral, durante los actos de la inauguración de la calle Corrientes ensanchada, que frecuentaba el bar Los Galgos en Callao y Lavalle, y que también se la supo ver en el dancing Tabarís, ahora Multiteatro.
Ese cruce de vínculos fue el que la llevó finalmente a conectarse con los estudios de cine, con varias apariciones menores hasta llegar al San Miguel, propiedad de Miguel Machinandiarena.
Con su particular forma de hablar, que sabía manejar por su amor por el difícil arte de la actuación y sus modelos tomados del cine estadounidense, Evita hipnotizó primero a sus oyentes de radio, luego a quienes la vieron desde su debut pronunciando aquello de «La mesa está servida» y firmó el primer autógrafo a su hermano Juan (Juancito, como le decía ella) un 24 de marzo, pero de 1935.
Con José Olarra en «La cabalgata del circo»Dos años más tarde la revista Sintonía anunció un concurso para participar de la película «Segundos afuera!», de Chas de Cruz y Alberto Etchébehere, donde encarna a una inocente novia de barrio en este caso del boxeador interpretado por Pedrito Quartucci.
Alejada del cine hasta 1940 volvió con «La carga de los valientes», del chileno Adelqui Migliar, ambientado en la Patagonia donde interpreta a la empleada de una pulpería que se enamora del teniente apostado en un Fortín.
En 1941 aparició en el multitudinario elenco de «El más infeliz del pueblo», de Luis Bayón Herrera encabezado por Luis Sandrini, y un año después en «Una novia en apuros», de John Reinhardt, nuevamente junto a Quartucci, encuentro que tiempo después para la prensa amarilla antiperonista se convirtió en un romance incluso un embarazo.
Una espera de cuatro décadasEl 1945 llegaron sus dos películas más polémicas, por distintos motivos. La primera «La cabalgata del circo», de Mario Soffici y Eduardo Boneo, cuando Evita ya había conocido a Perón, película que encierra esa anécdota nunca confirmada en su totalidad de la agresión -se dijo con formato de bofetada- que la actriz en ascenso habría recibido de la consagrada Libertad Lamarque protagonista, que le reprochaba sus llegadas tardes al set.
«La cabalgata del circo» hace un recorrido, con personaje de ficción, de la historia del circo relacionado con el teatro en Buenos Aires a partir de la historia de dos hermanos interpretado por Hugo del Carril y Libertad Lamarque y el enfrentamiento entre su familia y otra también de ese mismo universo, a la que pertenece Chila Ruca, el personaje que encarnó Evita, que en el relato contrae matrimonio con el personaje interpretado por el cantante que, años después, grabaria la «Marcha Peronista».

Su «hola y adiós» de un papel protagónico en el cine su despedida del espectáculo fue «La pródiga», que lleva la firma de Mario Soffici, con Leo Fleider como asistente, terminada por Ralph Pappier, que nació como un proyecto de Ernesto de Arancibia, con Mecha Ortiz como figura central, sin embargo las idas y venidas y el oportunismo de su productor la terminaron proponiendo para el papel central, acompañada por Juan José Míguez, Angelina Pagano y Ernesto Raquen, con el debut en la Argentina del español Alberto Closas.
El relato del escritor del romanticismo español de finales del siglo 19 Pedro Ignacio de Alarcón, narra la historia de Julia Montes, una joven mujer que, despues de enviudar da rienda suelta a una vida licenciosa hasta que recapacita y decide usar lo que le queda de su fortuna para el bien de su vecino y los necesitados, sacrificandose por ellos.
Con esa historia publicada en 1880 y con prosa romántica, el también político De Alarcón, mejor conocido por «El sombrero de tres picos», fue crítico de la corrupción de las costumbres, un sentido que conserva la adaptación del dramaturgo Alejandro Casona.
Cuenta la historia que la película fue rodada poco antes de los sucesos claves de 1945 y que frente a la trama de la película y el lugar que su figura central ocuparía desde ese momento, no resultaba prudente estrenarla. De esa forma Machinandiarena, le entregó como regalo de casamiento al nuevo presidente los negativos de la película que recién se vería en cines cuatro décadas más tarde.
Las dos pueden verse gratuitamente por Cine.ar Play en copias digitalizadas.
La grietaYa fuera del cine pero junto a Perón y su pueblo Evita fue blanco del escarnio de una oposición salvaje fanatizada, agazapada detrás de su «cultura» sustentada en el machismo pero fundamentalmente en el odio de una clase hacia la otra, con calificaciones que Maranghello repasa en su obra.
Como Julia Montes, en «La pródiga»El odio tomaba una dimensión que parecía no tener precedentes en la historia Argentina.
En ese momento nacía una nueva gran grieta en la historia que era lógico abarcaría al mundo del espectáculo: «En enero de 1946 -recuerda Maranghello- en un documento firmado por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo y José Bianco le piden a la embajada de los Estados Unidos que intervenga en la Argentina para evitar que el país caiga en manos del ‘nazi fascista’ de Perón. En la revista Cascabel salió una extensa nota que el lector pensaba que se refería a Evita y al final te enterabas que esa «Eva» era Eva Braun. Si dicen que ahora hay grieta, en aquellos tiempos era mucho peor».
Un nuevo aniversario, y los varios capítulos de su vida permiten reflexionar acerca del porqué es mas justo recordar su figura cualquier día pero en especial el de su nacimiento, porque morir, lo que se dice morir, no estaba en sus planes. La conclusión de Maranghello cobra ahora más fuerza que nunca antes: «Evita vino al mundo el 7 de mayo de 1919 y no se fue nunca más».