Cerraron las urnas en Portugal, con más participación de la esperada.
Los centros de votación de todo Portugal cerraron sus puertas este domingo, tras una jornada marcada por un incremento de la participación que sorprendió debido al temor previo a un aumento de la abstención por la pandemia de coronavirus.
Más de 4,9 millones de electores habían votado entre las 8 las 19 (las 5 y 16 en la Argentina), lo que supone 45,66% del total de 10,8 millones de empadronados, según el boletín del Ministerio, una concurrencia por encima de la de 2019.
La abstención rondaba hoy entre el 40 y 54% según las fuentes, informó la agencia de noticias Europa Press.
El presidente Marcelo Rebelo de Sousa destacó la importancia de la participación porque «votar es una prueba de vitalidad y democracia».
«Tenemos un día excepcionalmente bonito, por eso no hay razón para no ir a votar», argumentó tras emitir su voto en la aldea de Celorico de Basto, en el norte del país. Al ser interrogado por su decisión de disolver el parlamento, Rebelo de Sousa afirmó que «ahora hay que mirar al futuro», y evitó la especulación.
A la cifra de participación hay que sumar los 315.785 votantes que ya ejercieron su derecho de forma anticipada, según los datos remitidos por los 308 municipios a la Administración Electoral.
En estas elecciones legislativas, el primer ministro, el socialista António Costa (PS), se juega su permanencia con el PSD (centroderecha) pisándole los talones y la ultraderecha ganando adeptos, según sondeos.
Con 1,2 millones de personas en cuarentena, el nivel de participación de las elecciones, las terceras organizadas en Portugal en pandemia, constituía otro factor de incertidumbre.
Sin embargo, quienes estuvieran en esta situación estaban habilitados para romper el aislamiento e ir a las urnas, preferentemente entre las 18 y las 19, antes de que cerraran los colegios y luego de que haya votado el grueso de la población.
«Hemos vencido la austeridad y el estancamiento, estamos en camino de vencer la pandemia y el domingo venceremos también esta crisis política y llevaremos la estabilidad al país», dijo el viernes en el cierre de su campaña Antonio Costa, en el poder desde 2015.
El dirigente de 60 años se enorgullece de haber «pasado página a la austeridad» presupuestaria aplicada por la derecha tras la crisis financiera mundial con la alianza histórica formada en 2015 con las formaciones de izquierda radical, Bloque de Izquierda y el Partido Comunista.
En octubre, cuando el gobierno contaba con «pasar la página de la pandemia» gracias a una cobertura de vacunación récord y la llegada de los fondos de relanzamiento económico europeos, sus aliados rechazaron su proyecto de presupuesto 2022, algo sin precedentes desde la llegada de la democracia portuguesa en 1974.
Una semana más tarde, el presidente Rebelo de Sousa (PSD) disolvió el Parlamento y adelantó los comicios. En ese entonces, los sondeos daban al PS 13 puntos de ventaja sobre su principal opositor, Rui Rio (PSD).
Pero con el correr de los meses, el PS fue perdiendo fuerza y hoy se encuentra entre 35-36% del voto en los sondeos, contra 33% para el PSD del exalcalde de Oporto. La diferencia es tan pequeña que las encuestadoras hablan de un «empate técnico».
Con un parlamento que podrá estar muy dividido, no se descartan posibles alianzas con orientación a la izquierda o a la derecha.
Pese a un «cierto desencanto» hacia el PS, la mayoría de electores cree que Costa tiene «más competencia y experiencia para gobernar» que Rio, un economista de 64. Si Costa es reelegido, podrá intentar reconstruir la alianza de izquierda a pesar del fracaso del último presupuesto, provocado según él por la «irresponsabilidad» de sus antiguos aliados, que reclamaban más esfuerzo en servicios públicos y la recuperación del poder adquisitivo.
Y si Rio gana, deberá contar con los liberales que esperan, como el partido de ultraderecha Chega, confirmar la fuerte progresión que les auguran los sondeos.
Con un solo diputado en el parlamento saliente, los liberales serían más fáciles de convencer para Rio que Chega, un posible socio aparentemente muy volátil y con un discurso antisistema.