“Quería hacer un disco con canciones que rodean mi paisaje sonoro”

Venegas perdió el nombre pero ganó melodías. Hace tiempo que al Chula nadie le dice Julián, un poco menos de tiempo que a Fander pocos le dicen Fandermole o a Juan muy pocos lo llaman Baglietto. Es un sello de rosarinidad llamar al tipo que vive a la vuelta con el apodo, es una señal de cercanía, de cotidianidad. “Ir a la deriva es resignificar lo que te era cotidiano y no le prestaste atención”, le dice a Escenario Julián “Chula” Venegas, reciente ganador al mejor disco del año en “Rosario Edita” con “De barcos y derivas”, que presentará este viernes, a las 21.30, en el teatro de Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza).

Julián Venegas, con 35 años, es uno de los autores más preciados de la ciudad. Fue Premio Nacional 2013 del Ministerio de Cultura de la Nación por “Alamos de noche” y siempre navegó sobre músicas de amplio margen, desde la popular de Argentina, hasta la bossa brasileña, algo de candombe uruguayo, un pincelazo afrocubano y por qué no algo de rock y blues. Eso sí, el ADN siempre estuvo aquí, en la música y los músicos de Rosario.

Participó como sesionista en más de 20 discos, entre los que se encuentran “Fander” de Jorge Fandemole, “La madre de todas las batallas” de Adrián Abonizio, “Qué se puede hacer salvo ver (películas)” de Sandra Corizzo, “Sinfín” de Lucas Heredia y “Tango ia Candombes” de Carlo Seminara junto a la Barricada del Ritmo, proyecto grupal que también integra en la actualidad.

Café con leche y una medialuna dulce. Eso pide Venegas en el barcito de al lado de La Capital. Deja su guitarra al lado de la mesa, se acomoda el pañuelo rojinegro para cuidar la gola para la función y levanta las cejas cuando se le dice que cuando arranca el tema “Colgados de la luz”, que abre su flamante quinto disco, su voz se asemeja a la de Jorge Drexler.

“¿En serio? Drexler es muy diplomático, demasiado para mi gusto”, dice mientras apura un sorbo calentito de su taza. “Qué susto que da la gente despierta” entona en esa canción cuyo sonido está linkeado con la coloratura armónica de “Primer Toque”, aquel disco de 1988 con Fander, Lucho González, Juancho Perone e Iván Tarabelli.

Esa asociación le arranca una sonrisa al Chula, no es para menos. ¿Es heredero Venegas de esa movida de fusión post Trova Rosarina? “No me siento heredero, herederos somos todos, no hay una heredera o un heredero, somos todos los que intentamos continuar lo que escuchamos antes, lo que escuchamos ahora y con ganas de que sigamos trabajando el día de mañana. Me parece que escuchar concienzudamente lo que sucedió antes y lo que sucede ahora garantiza cierta identidad, pero no obligadamente. Tiene que ser algo que te identifique, algo natural, que te motive, que te entusiasme, pero no porque sí, sino porque le encontramos sentido a eso, tenemos ganas de escarbar un poco cuál es esta identidad que a veces se nos va de la mano a los rosarinos”, dice el Chula como quien dice agua va.

“De barcos y derivas” salió tras el proceso de una búsqueda y de un deseo. Había un sonido que latía fuerte y él apuntó a concentrarlo en un disco. Así lo cuenta a Escenario: “Llegué a este trabajo por las ganas de hacer un disco que no sólo tuviera canciones mías, sino también de otros rosarinos y rosarinas. Hay un movimiento colectivo de cancionistas como Canción Urgente o el Encuentro de Músicos de Rosario, que son ejemplos de que lo colectivo sí está, pero quería que en un disco esté esa intención, como ocurría en la década del 80, de volver a poner en un repertorio temas de varios cancionistas más o menos contemporáneos. Eso fue deliberado y tiene que ver con cómo vengo yo llevando mi carrera. Vengo cantando como invitado y no necesariamente temas míos, y quería hacer canciones que rodean mi paisaje sonoro. Para eso me puse a hacer un laburo, si se quiere de investigación de músicos rosarinos y llegué a «De barcos y derivas»”.

Con mezcla y masterización de Carlos Altolaguirre y dirección musical del mismo Venegas y Marcelo Stenta, “De barcos y derivas” está integrado por 11 canciones en las que se respira esa bienvenida fusión de rock, folclore y ese cruce entre el tango, el pulso rioplatense y hasta algo de la bossa brasileña que tan bien define ese mosaico estético denominado música rosarina.

Claro, todo esto sin autores de la talla de Venegas, Martín Neri, Juan Iriarte, Fernando Silva y Florencia Croci junto a Ramón Merlo no tendría sentido. Un sentido que toma más vuelo con los textos de esas canciones. “El tango avisa, lo nuestro es piel” citará Iriarte en “Piel” sobre un sutil colchón de teclados de Claudio Cardone, donde Venegas suena a la versión masculina de Adriana Varela, y lanzará una carcajada cuando se le marca la comparación.

“Afuera las balas y las palabras estallan” escribió Martín Neri en “Canción con árbol” y en la perlita rockera del disco, “La puerta de al lado”, será Venegas el que diga, como un grito urgente: “está vivo el que se quema por vivir”.

El tema que le da título al disco, “De barcos y derivas” tiene un invitado de lujo, nada menos que Jorge Fandermole. El texto de esa canción tiene una familiaridad casi directa con “Oración del remanso”, del propio Fander, pero sin embargo Venegas corrige y dice que ese tema no está dedicado a un pescador sino a un barco. “No había un tema que le hable a un barco, recuerdo «Corazón de barco» de Abonizio, pero creo que iba por otro lado. Y los barcos también están mucho en el cotidiano nuestro, decimos “me embarqué en esto” y lo decimos así porque somos una ciudad portuaria”. A la deriva, el Chula resignifica la canción rosarina. Y va río arriba.

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