Alberto Fernández despejó su camino

Con la amplia ventaja en todo el país que el peronismo obtuvo anoche sobre Cambiemos en esta primera aproximación electoral, de la que alguna vez habría que revisar y revalorar su necesidad, Alberto Fernández tiene grandes posibilidades de llegar a la Casa Rosada en primera vuelta.
En las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso) de ayer no hubo internas en ninguna de las diez listas que presentaron candidato a presidente. El resultado, entonces, puede tomarse como una encuesta con grado de certeza, con la salvedad de que una sociedad notablemente dividida puede ir cambiando su voto a medida que avanza el proceso electoral. Pero si el peronismo confirma en octubre su caudal de votos superior al 45 por ciento no hay mucho más que analizar porque cualquier número por encima de esa cifra lo instalará en el gobierno.
Si se toman como referencia los números de la última elección nacional, que ganó Mauricio Macri en 2015, se advierte que tanto en las Paso como en la primera vuelta, Scioli había obtenido más votos. En las Paso le sacó a Macri una diferencia de poco más de 8 puntos (36,69 por ciento a 28,57 por ciento) y en la primera vuelta la ventaja se redujo a casi 3 puntos (37,08 por ciento a 34,15 por ciento). Pero, finalmente, en el ballottage, Macri dio vuelta ese resultado y fue electo presidente con una diferencia de 2,68 puntos (51,34 por ciento a 48,66 por ciento), que traducidos en votos significaron una diferencia de 678.774 sufragios para el actual presidente.
Un dato interesante es que Sergio Massa, que hoy encabeza la lista de diputados nacionales del peronismo bonaerense, había sido también candidato a presidente en 2015 y tanto en las Paso como en la primera vuelta cosechó nada menos que alrededor del 21 por ciento de los votos.
En la provincia de Santa Fe no había ocurrido lo mismo que a nivel nacional respecto a la elección presidencial. Scioli había superado por poco a Macri en las Paso (32,95 a 31,92), pero perdió en la primera vuelta (31,77 por ciento a 35,30 por ciento) y en el ballottage fue aplastado por Macri con un contundente 55,72 por ciento a 44,28 por ciento. Es decir, los santafesinos habían votado más a Macri que la media de los argentinos, cosa que ayer se revirtió. Por eso, es posible proyectar qué ocurrirá en la primera vuelta electoral del próximo 27 de octubre en la provincia, teniendo en cuenta que hace pocos meses los santafesinos giraron hacia el peronismo, partido al que repusieron en el poder tras 12 años de gobiernos socialistas. La ventaja de anoche para Alberto Fernández confirma esa tendencia.
¿Con los datos de la elección anterior se puede trazar una proyección de lo que finalmente ocurrirá? No parece. El contexto político y social es distinto. Los números son fríos y la historia no siempre se repite, por lo que el análisis debería contener también otras variables. Han transcurrido cuatro años de gobierno de Cambiemos, en los que la división entre kirchneristas y macristas se ha profundizado. Sólo con hacer un recorrido por los canales de TV porteños y seguir a los principales medios de comunicación nacionales se advierte que esa división ha llegado para instalarse. Se visibilizan dos países distintos.
¿Cómo hacer, entonces, un análisis político desapasionado, que no esté contaminado con lo peor de la condición humana: el odio irreflexivo, la imposibilidad de tener un juicio autocrítico y la escasa honestidad intelectual para admitir matices en una disputa que se desarrolla de distintas maneras según el lugar de la sociedad donde uno se ubique?
Hace varios años, un obrero del Gran Buenos Aires había podido comprarle a su pequeño hijo por primera vez en su vida, en doce cuotas sin intereses, un par de zapatillas Adidas original. Había alcanzado su máximo deseo en una sociedad de consumo que lo estimula a la exhibición pero que también lo martiriza cuando no puede llegar a cumplirla. La felicidad de ese trabajador y su familia era tan inmensa que ningún argumento verdadero o ficticio podrá hacerle cambiar su voto por el peronismo, que además —y lo más importante— le mejoró sus condiciones de vida en general. No le hablen de los bolsos de López con dólares que escondió en un convento, de Lázaro Báez y su meteórica carrera de bancario a empresario multimillonario o de las coimas pagadas a todos los gobiernos por las empresas constructoras del país que se cartelizan para obtener los contratos del Estado.
Por el contrario, cuando el presidente Macri anunció su política de cielos abiertos para las compañías low cost y dijo con emoción que se podrá viajar a Londres por sólo 400 dólares, enfocó su discurso en un sector social que lo va a apoyar más allá de que la inefable Laura Alonso sea titular de la Oficina Anticorrupción y haya dicho que no investigará al gobierno, que grandes fondos internacionales y nacionales se hayan beneficiado por la fuga millonaria de divisas o que la economía haya sido el punto más débil del macrismo. Nada importa, no hay argumento que vaya a modificar un voto cantado para el oficialismo.
Hace unas semanas, la Deutsche Welle, televisión alemana, entrevistó a Lula da Silva en el lugar de su detención. Según el ex presidente de Brasil, que sacó de la pobreza nada menos que a 40 millones de habitantes durante su gobierno, en su país se advierte una tensión de clases muy particular. Explicó Lula a los periodistas alemanes que en Brasil hay intolerancia al ascenso social de los pobres, rechazo a que puedan adquirir productos siempre vedados para ellos o resquemores a que tengan la posibilidad de verlos en lugares de vacaciones reservados para una élite. ¿Sucede algo similar en nuestro país?
En la Argentina, mucho más que en Brasil, hay una amplia franja social, la clase media, que puede ser decisiva para darle los votos al ganador, pero que también está confundida en medio de las pasiones. ¿Es posible que un pequeño industrial vote al gobierno pese a estar casi fundido o haber tenido que achicar su empresa por la gran recesión? ¿Es posible que un empresario vote al peronismo cuando en el gobierno anterior el ex secretario de Comercio interior Guillermo Moreno apretaba con los precios y falseaba las estadísticas del Indec?
Macri, en 2015, no sólo ganó con el voto de la clase media y alta, sino también con el apoyo de franjas populares descontentas con el peronismo.
Pero ayer todo fue distinto. En esta difícil maraña electoral, ¿cómo vota el argentino? ¿Lo hace por pasión, por el bolsillo, engañado por las fake news de los operadores políticos y las redes sociales o por la narcotización intelectual que ejercen algunos medios que han abandonado el periodismo? Difícil de responder.