Javier Milei, ñoqui en el Congreso: en dos años presentó un solo proyecto de ley
El presidente Javier Milei insultó y estigmatizó desde el primer día a los diputados y diputadas: nos trató de delincuentes, extorsionadores, coimeros, de ser “la casta”. Más allá de que sus agravios atentan contra el poder más democrático de la República, cabe preguntarse: ¿qué hizo él durante los dos años en que le tocó desempeñar la tarea legislativa? El balance de esos años es deplorable: se ausentó en 57 votaciones, presentó solo un proyecto de ley, no integró ninguna comisión y protagonizó varios papelones.
Milei entró al Congreso como diputado en diciembre de 2021, denostando a la casta, a quienes viven del Estado y al gasto público. Ahora como presidente está despidiendo masivamente a trabajadores estatales, bajo el argumento de que son ñoquis. Él fue un ñoqui en el Congreso, y los números lo dejan claro. Le tocaron dos años de poca actividad parlamentaria y, aún así, de las 151 votaciones que se realizaron durante ese período, se ausentó en 57. Esto equivale a un 38 por ciento de las votaciones. ¿Se imaginan qué pasaría si faltaran al trabajo el 38 por ciento de los días laborables?
Sabemos, empero, que el trabajo legislativo es mucho más que eso: es mantenerse en contacto con la sociedad civil para elaborar proyectos que den respuesta a la necesidad de las personas de a pie. Y en esa órbita la labor de Milei también fue casi nula: nunca formó parte de ninguna de las comisiones y presentó solo un proyecto, más allá de haber acompañado 29 iniciativas elaboradas por otros legisladores y legisladoras. Si bien en el reglamento de la Cámara ser firmante lo hace figurar como autor, lo cierto es que en dos años él y su equipo elaboraron solo un proyecto, recién en noviembre de 2023, en el que se pedía a las autoridades nacionales accionar para exigir la aparición con vida y liberación de los 21 argentinos desaparecidos en manos del grupo Hamás en octubre de ese año.
Sumado a esto, Milei ha protagonizado situaciones bochornosas que profundizan el desconocimiento sobre el reglamento. Una de ellas ocurrió en julio del año pasado, cuando quiso modificar su voto sobre leyes que se habían votado días antes (eliminación de fe de vida a jubilados y pensionados y la declaración del 18 de julio como “Día de Duelo Nacional”). Lógicamente no es posible cambiar el sentido de un voto, por eso la necesidad de estar atentos y conocer sobre que se está sesionando. Además, en otra ocasión se lo vio en un video que se hizo viral durmiendo en plena sesión.
Todo esto no es casual, forma parte de la retórica anti estado de Milei, del modo en que busca generar títulos basados en mentiras. Estamos ante la grave paradoja de tener un presidente que denosta al Estado y a las instituciones democráticas, y así lo demostró en su etapa de diputado. El trabajo que se hace en el Congreso es, como muchos otros en el Estado, invisibilizado: se trata de estar en contacto con las necesidades de distintos actores sociales que no tienen otra forma de impulsar sus reclamos, es una tarea constante de recibir colectivos para escucharlos y de estar en el territorio para indagar en los problemas de las personas.
Es, en definitiva, hacer que el Estado esté presente en aquellos lugares abandonados tanto por la política como por el mercado. Requiere voluntad, organización, trabajo colectivo e imaginación. Pero siempre es más sencillo insultar, destruir y generar odio. Y a eso se dedica Milei, ya sea desde una banca o desde el sillón de Rivadavia.