Las claves del virtuoso modelo nórdico.

En un mundo convulsionado por enormes desigualdades económicas y de género, por el cambio climático y por niveles dramáticos de pobreza y violencia, el modelo de los países nórdicos es una referencia para pensar soluciones para superar esta crisis múltiple. Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia e Islandia ocupan los primeros puestos de todos los ránkings mundiales en materia de desarrollo y logros humanos y ambientales. ¿Cuáles son las claves de sus resultados exitosos?

El mundo se encuentra en medio de una revolución tecnológica inédita y enfrenta, al mismo tiempo, una crisis de extrema gravedad. Entre las principales causas se encuentran: la pandemia, que ha causado hasta hoy (1) más 104 millones de contagios y más de 2.2 millones de muertes; el cambio climático, que se está acelerando cada vez más; la pobreza, que se expresa en que el 50% de la población mundial gana menos de 5 dólares al día; los altísimos niveles de desigualdad, ya que el 1% más rico se aproxima a tener más que el 99% restante; la brecha de género, cuya superación, según el Foro Económico Mundial llevará, al ritmo actual, más de cien años y el crecimiento exponencial de las discriminaciones, el racismo y las xenofobias. ¿Es posible modificar estas tendencias que parecen ineluctables?

Siempre primeros

Hay un grupo de países que muestra que se pueden lograr resultados muy diferentes. Se lo denomina “el modelo nórdico” y comprende a Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia e Islandia. Estos países se hallan entre los diez primeros puestos de los ránkings internacionales más importantes de desarrollo y logros humanos y ambientales. Han reducido la pobreza y la desigualdad a cifras insignificantes. No son perfectos, pero su balance positivo es imponente.

Es llamativo que, pese a la necesidad imperiosa de tener ejemplos virtuosos, estos modelos tengan tan poca prensa. No debe ser casual: representan una alternativa al pensamiento único y a las “economías sin alma”, como las denomina el Papa Francisco.
Amartya Sen, premio Nobel de Economía, plantea que la esperanza de vida en general, y los años de vida saludable en particular, son parámetros centrales para saber si una economía es exitosa o no; allí se resumen muchísimas variables. Los nórdicos están entre los primeros en el mundo en esta dimensión decisiva.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) intentó crear una medición integral de la situación de los países en los aspectos más importantes. Con Amartya Sen a la cabeza, se diseñó el Informe de Desarrollo Humano, que se ha convertido en la tabla de referencia mundial para medir el progreso de las naciones. Preparado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), su primera edición apareció en 1990. Al ordenar a los países por múltiples indicadores, y no por el tradicional producto bruto per cápita, los posicionamientos usuales se transformaron. Noruega apareció en el primer puesto, y mostró que su desempeño no era coyuntural, sino que obedecía a razones estructurales. Este país ha seguido encabezando la tabla durante los siguientes treinta años y es, en su última edición, el primero en la lista. Otros países nórdicos también se encuentran en posiciones de liderazgo (Suecia es el octavo, Dinamarca el undécimo y Finlandia el duodécimo).

El Foro Económico Mundial creó en el 2020 una nueva tabla. El Índice Global de Movilidad Social es una categoría esencial para medir el progreso. La aspiración legítima de toda generación es superar el estatus socioeconómico de la anterior. Una sociedad saludable debe crear las condiciones para que esto suceda. El mal funcionamiento o el bloqueo de la movilidad social destruye seriamente la cohesión social y afecta agudamente a las generaciones más jóvenes. Para que haya movilidad, debe haber igualdad de oportunidades, no en eslóganes, sino en hechos.

La nueva tabla midió 82 economías y analizó factores como: atención sanitaria, educación, protección social, acceso a la tecnología, salarios justos, posibilidades de empleo y examinó en cada país cuántas generaciones se requiere para superar a las anteriores. Los primeros puestos los ocupan, en orden: Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suecia e Islandia. Para dimensionar la superioridad de los nórdicos, basta considerar que Estados Unidos quedó en el puesto número 27, China en el 47 e India en el 75. La mayor economía de América Latina, Brasil, se encuentra en el puesto 60.

La influyente agencia financiera Bloomberg diseñó un ranking de naciones innovadoras. Para efectuar las evaluaciones se consideran factores como inversión en investigación y desarrollo, patentes, densidad de alta tecnología, fabricación de valor agregado. Tres países nórdicos se hallan entre los nueve primeros. Suecia es el quinto, Finlandia el séptimo y Dinamarca el octavo. Los tres superan a Estados Unidos, que está en la novena posición.

El estudio empresarial Robeco creó una tabla que ordena a los países según su sostenibilidad. Examinó 130 países en aspectos ambientales, sociales y en la calidad del gobierno corporativo. Nuevamente, los nórdicos se destacan. Noruega quedó primero, Suecia segundo, Finlandia tercero y Dinamarca cuarto.

¿Qué países son los más transparentes? Es conocido el liderazgo de los nórdicos en los difundidos ránkings de naciones con menos corrupción de Transparency International que actualmente toman tanto al sector público como al privado.

Una investigación internacional sobre transparencia organizada por The Wharton School, encuestó a 20 mil informantes de 36 países sobre sus percepciones. Los considerados más transparentes fueron Canadá, Noruega, Dinamarca y Suecia.

Michael Porter, reconocido pensador de la Universidad de Harvard, inició un esfuerzo internacional al que se suscribieron numerosos países para confeccionar y publicar un índice de progreso social. El índice pone en foco diversos factores de carácter social. Entre ellos: el grado de satisfacción de necesidades básicas, la situación sanitaria, las oportunidades, el acceso a información fidedigna, la relación con el medio ambiente. La medición comprende 163 países, donde viven 7.000 millones de personas. Los datos pre pandemia plantean interrogantes respecto a las condiciones de vida de vastos sectores, condiciones que empeoraron seriamente a causa de la pandemia. Los países nórdicos muestran un claro liderazgo en este campo, ocupando los cuatro primeros puestos y el octavo.

Otro dato mundial relevante es el Informe Mundial de Felicidad, preparado por la ONU, que comprende 156 países. Entre los parámetros con los que se mide la felicidad se hallan: años de vida saludables, libertad para tomar decisiones vitales, confianza, generosidad, ausencia de corrupción, buenos servicios públicos, gobiernos representativos, capacidad para evitar conflictos, preservación del medio ambiente y grado de igualdad. Otra vez los nórdicos resaltan en la tabla del 2019. Los países con “mayor felicidad” son: Finlandia, que alcanza un puntaje de 7.7 sobre un máximo posible de 10, seguido por Dinamarca, Noruega, Islandia, Holanda, Suiza, Suecia, Nueva Zelanda y Canadá. El primer latinoamericano es Costa Rica, que está en el puesto número 11.

El liderazgo mundial en dimensiones tan prioritarias como las descritas y otras como la baja criminalidad, la reducción al mínimo de la mortalidad infantil y materna, la cohesión social, las licencias por maternidad más extensas, entre otras, muestran que el modelo nórdico es un conjunto de proyectos colectivos sostenibles a largo plazo. Además, los planos citados se refuerzan los unos a los otros generando círculos virtuosos de Desarrollo Humano. ¿Cómo han logrado estos resultados?

Claves del éxito nórdico
En la base funciona un gran pacto económico social entre las políticas públicas, el empresariado, los sindicatos y los principales sectores de la sociedad civil sobre la construcción de un modelo de desarrollo que tiene un alto valor de equidad, uno de los ejes centrales. Los nórdicos tienen el coeficiente de Gini más bajo del mundo: alrededor del 0.25. El de América Latina es el doble.

A su vez, los países nórdicos son producto de vigorosas y eficientes políticas universales de atención temprana, coberturas gratuitas y avanzadas en salud y educación, protección social, apoyo firme a las cooperativas y a la pequeña y mediana empresa, acceso a las nuevas tecnologías y otras similares que “nivelan el piso” para todos.

Las políticas protectoras son financiadas con una presión fiscal elevada de carácter progresivo. Grandes sectores de la ciudadanía tienen una alta conciencia fiscal y apoyan la fiscalidad sabiendo que esta produce bienes públicos a gran escala que mejoran las oportunidades y la calidad de vida colectiva.

El mercado laboral también contribuye a mantener la equidad. Funciona en base a negociaciones colectivas. Las distancias de las remuneraciones entre la alta dirección y el resto de los empleados son de las más reducidas a nivel internacional. Asimismo, las empresas cuentan con un elevado nivel de participación del personal en la gestión, lo que contribuye a la moral de trabajo, la productividad y calidad.

Uno de los pilares del modelo es el avance en los derechos de la mujer. El Foro Económico Mundial considera, en sus informes anuales sobre la participación de la mujer en salud, educación, el área política y laboral, que son los países con mayores progresos. En los últimos once años Islandia se mantiene primero en el mundo entre aquellos países que han cerrado la brecha de género, en su caso en un 88%. Le siguen Noruega, Finlandia y Suecia. Cuatro de los cinco países están gobernados actualmente por mujeres. Son los países con mayor porcentaje de mujeres encabezando ministerios, parlamentos y consejos directivos de empresas.

La participación es masiva en la arena pública. La población es incentivada en términos educativos, pero también se favorece la transparencia de los medios. Reporteros Sin Fronteras las considera como las sociedades con mayor libertad de prensa del mundo.

Lo mismo en términos medioambientales, estos países han puesto un gran énfasis en la preservación. Están entre los pioneros en adoptar energías limpias y renovables y crecieron muy rápidamente en la producción de electricidad a base de energía eólica. Dinamarca es líder mundial en la materia –produce 2.7 kw por habitante–. La media de los grandes productores europeos como Alemania, Inglaterra, España y Francia es de 1.054 kw, mientras que la de los nórdicos es de 1.762 kw por habitante.

Un punto central de sus realizaciones son los valores culturales que han logrado cultivar, como la idea de igualdad, la responsabilidad por lo colectivo, el rechazo total a la corrupción, la solidaridad internacional (están entre los que más donan a países pobres, y eso implica más del 1% de su PIB) y la sobriedad en los altos cargos públicos, entre otros.

Erkki Tuomioja, ex ministro de Relaciones Exteriores de Finlandia, resume así la trayectoria del proyecto nórdico: “¿Cómo han hecho estos Estados benefactores para desafiar los juicios pronunciados hace más de veinte años según los cuales ya habían durado más tiempo de lo previsible y estaban maduros como para ser desmantelados? ¿No será que estos Estados generosos y con altos impuestos, con sus fuertes sindicatos y valores socialdemócratas pasados de moda han alcanzado su relativo éxito no a pesar de su Estado benefactor, sino a causa del mismo?”.

Una conclusión de conjunto
Los nórdicos practican una autocrítica constante y consideran que sus sociedades tienen muchos problemas por solucionar, pero son un ejemplo de que es posible derrotar la pobreza, enfrentar las desigualdades, tener un desarrollo económico y tecnológico pujante e incluir a todos. Sus logros han sido esenciales en la resiliencia que han mostrado frente a la pandemia. Cuatro de ellos están entre los diez países con menores contagios y víctimas. No se los puede copiar, pero sí son una fuente rica de experiencias sociales innovadoras y enseñanzas. En un continente ávido por soluciones, es necesario profundizar el debate sobre ellos.

1. Información consultada el 2 de febrero de 2021.

(*) Asesor especial de diversos organismos internacionales. Autor de numerosas obras de extendida difusión, entre ellas Primero la gente (Planeta, 2011), que escribió con el premio Nobel Amartya Sen. Profesor Honorario y Doctor Honoris Causa de numerosas Universidades de América Latina, Europa y Asia.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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